Las Marías, Las Dos Marías, Las Dos en Punto

 

Símbolos de la lucha antifranquista



La historia de estas dos mujeres se conoce muy superficialmente. En Santiago de Compostela hay mucha gente que las recuerda, que veía como salían a pasear todos los días por la zona vieja a las dos de la tarde, “las dos en punto”, así las llamaban. Se acuerdan de que iban vestidas con colores muy chillones, todo un desafío para la época, sobre todo tratándose de dos mujeres ya mayores y en una ciudad como el Santiago de los años 50 y 60, un lugar gris en muchos sentidos. Ellas eran el color en ese mundo gris.

 

Coralia (izqda.) y Maruxa (dcha.)


Las hermanas Maruxa y Coralia Fandiño Ricart nacen en Santiago de Compostela en 1898 y 1914 respectivamente. Hijas de una costurera y un zapatero, Maruxa y Coralia fueron las hermanas cuarta y duodécima, respectivamente, de una prole de 13 hijos, de los cuales solo once superaron la infancia.

En 1925, la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), de ideología anarcosindicalista, abrió su sede regional en Santiago de Compostela. A los quince años de edad, su hermano, Manolo se convirtió en su secretario general y otros dos hermanos, Alfonso y Antonio, también se volvieron militantes del movimiento anarquista.

Sin embargo, el sueño revolucionario se vio truncado el 18 de julio de 1936. Durante la dictadura de Primo de Rivera, pero sobre todo durante la Guerra Civil y el franquismo, los activistas se vieron fuertemente represaliados, viéndose obligados a esconderse o exiliarse para no ser asesinados

Los hermanos Fandiño lograron escapar. Manolo se mantuvo escondido durante años. Antonio huyo al monte Pedroso, muy cerca de la ciudad, aunque finalmente fue descubierto, torturado y encarcelado durante veinte años por los franquistas. El tercer hermano, Alfonso, huyó pocos días después del golpe de estado en un barco que salió del puerto de Muros.

Aquí comienza la pesadilla para nuestras protagonistas. Ante la imposibilidad de ajusticiamiento de sus hermanos huidos y, para averiguar su paradero, la policía social del régimen se dedicó a acosar sistemáticamente a las mujeres de la familia Fandiño, quienes habían permanecido en la casa familiar de Santiago durante todo el proceso represivo.

A altas horas de la noche, llegaban a la casa de los Fandiño, registraban y desbarataban la vivienda, desnudaban en la vía pública a las hermanas para humillarlas y las subían al monte Pedroso de Santiago.

«No está demostrado, pero hay gente que afirma que las llegaron a torturar e incluso a violar», explica Henrique Rivadulla Corcón, autor de un documental sobre las hermanas (2008), que señala que esos malos tratos continuados fueron la causa de la locura que ambas sufrieron, porque como señalan varios testimonios, «antes no eran así».

Las mujeres de la casa, la madre y las hermanas, tuvieron que vivir durante décadas entre las amenazas de los falangistas que llegaban a cualquier hora del día y de la noche a su casa, para violar la privacidad y dignidad de la familia. Ese continuo hostigamiento, así como la vulneración de su privacidad por las fuerzas del orden, pudo provocar posibles secuelas traumáticas que derivaron en conductas atípicas por parte de las hermanas.

Su historia, como todas las historias de locura, es algo trágica. Enloquecer fue para ellas un mecanismo de supervivencia.

Finalmente, los hermanos huidos fueron arrestados y cesó la presión sobre las mujeres Fandiño.

No está claro si las dos hermanas pertenecieron al movimiento anarquista, pero se sabía que su ideología era claramente de izquierda. El periodista Borobó (Raimundo García Domínguez) sostenía que habían sido miembros de la CNT, como sus hermanos, y que habían llevado a cabo tareas de enlace con sindicalistas escapados de Galicia. "Mucha gente que se sentía ahogada por el régimen y que no se rebelaba por temor a represalias, veían en Las Marías un grito de libertad".

Durante ese tiempo, las dos hermanas se convirtieron en personajes populares de la ciudad debido a que realizaban un paseo diario por la zona vieja de la ciudad, desde los años 50, hasta finales de los 60, vestidas y maquilladas de manera excéntrica, mientras flirteaban con los jóvenes universitarios.


Foto: Turismo de Santiago


Este paseo, que tenía lugar a las dos de la tarde en punto (de ahí uno de sus apodos), hora en que la mayoría de estudiantes se dirigían a comer y, por tanto, cuando más actividad había por las calles del centro de Santiago, era todo un acontecimiento por el contraste que suponía el ambiente que reinaba en España durante la dictadura de Franco.

Coralia, la menor, pero más alta, era tímida y poco habladora, mientras que Maruxa, de menor estatura, aunque de más edad, era la que llevaba la voz cantante. Apodadas las Marías, fueron también calificadas como locas y solteronas. Lo que se conoce como uno de los iconos más representativos de la ciudad de Santiago de Compostela, obedece a un proceso de maltrato social e institucional, amparado por el régimen de Franco.

Las llamaron rojas, comunistas, las trataron de putas. A partir de entonces, el trabajo desapareció como medio de sustento y dignidad y el hambre se hizo presente en su vida cotidiana.

Las dos hermanas cayeron en la pobreza después de que los residentes de la ciudad dejaran de hacer pedidos al taller de costura por ser una familia anarquista, por miedo a que la policía los vinculase con ellas. Más allá de este temor, los compostelanos en general sentían simpatía por ellas, y cuando terminó la guerra las hermanas vivieron de la caridad de los vecinos. Los que querían ayudarlas no les daban limosna directamente, sino que compraban comida. Según Fermín Bescansa, en una ocasión una tormenta les arruinó el techo de su casa, y se organizó una colecta que reunió un cuarto de millón de pesetas, que en ese momento era el valor de un apartamento.

Las dos hermanas Fandiño fueron las mujeres más conocidas y fotografiadas de Compostela. Maruxa y Coralia lograron crear un mecanismo de defensa para sobrevivir: se volvieron locas, y en su locura recuperaron el sueño de la juventud. Siempre escuálidas, sin dientes, se vistieron de luz y color, llenas de maquillaje como si se tratase de una representación de máscaras. Cada día, a la misma hora, marcadas por la campana de la Catedral, aportaban luz al cielo gris.



Maruxa falleció en Santiago el 13 de mayo de 1980, a los 82 años. Coralia se fue a vivir con otra hermana a La Coruña, ciudad a la que nunca se adaptó. Murió dos años más tarde, el el 30 de enero de 1983, a los 68 años de edad, después de preguntar muchas veces cuál era el camino para volver a Santiago.

Hasta 2014, ambas se encontraban enterradas en tumbas separadas y alejadas en el compostelano cementerio de Boisaca. Maruxa en la tumba número 991, con tres de sus hermanos y su madre. Coralia, en la tumba 3196, con su padre.

En mayo de 2014, debido a la degradación de las sepulturas, la asociación Ateneo de Santiago realizó una colecta popular​ que reunió fondos para rehabilitar el sepulcro, instalar sus restos mortales juntos, como ellas querían, y colocar una placa de recuerdo.

Desde 1993 se las recuerda con una estatua en la entrada de la Alameda de Santiago, repintada en numerosas ocasiones de distintos colores.



De ahí han partido grandes manifestaciones en los últimos años, y muchos reconocen la singularidad de estas dos mujeres, que en plena dictadura escandalizaban a los poderes establecidos con su actitud provocadora y ropa de colores. En la mente de algunos parecían unas locas, pero detrás de eso hay una historia de represión política.




Fuentes:

·        Las dos Marías, las hermanas más famosas de Santiago, de Judith Torquemada.

·        'As Dúas Marías': Unha vida de resistencia fronte á represión franquista, Marcos S. Pérez. 

·        Quiénes eran las dos Marías de Santiago de Compostela, Alberto Varela.

·        "Coralia e Maruxa, as irmás Fandiño", Henrique Rivadulla Corcón.







 

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